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El fallecimiento reciente del actor Robert Redford el pasado martes 16 de septiembre ha despertado una oleada de nostalgia por una de las figuras clave del mundo del entretenimiento y cara reconocible de algunas de las mejores producciones de Hollywood en los años setenta. Tanto es así que la revista TIME, en 2014, le situó como una de las 100 personas más influyentes del mundo. De sobras conocido por sus papeles icónicos en películas como El golpe, El gran Gatsby, Todos los hombres del presidente o Memorias de África, el intérprete también mostró su lado más motero en la gran pantalla en un largometraje que, mayormente, cayó en el olvido.
Hablamos de una peli que prometía mucho y terminó resultando un auténtico fiasco en la taquilla… tanto que el propio actor renegó de ella, en una historia de manual de amor-odio. Esta rareza oculta entre la filmografía de uno de los grandes dandies y seductores del cine estadounidense llevaba por título El precio del fracaso en España (Little Fauss and Big Halsy en inglés). Y prometía emociones fuertes: “La amistad entre dos pilotos de carreras de Arizona es puesta a prueba cuando ambos se enamoran de una atractiva joven que se une a ellos en los circuitos”, reza la trama, probablemente algo anticuada a estas alturas de la película.
Pero era 1970 y el proyecto contaba con activos como una banda sonora con nombres de la estatura de Johnny Cash o Bob Dylan. Ahí es nada. El tema principal de Cash, por cierto, fue nominado a un Globo de Oro, la única nominación a un gran premio de la película.
A pesar de no funcionar en taquilla y terminar en los circuitos de la televisión cuando la popularidad del actor subió como la espuma a mediados de los 70, lo cierto es que esta historia de motociclismo con una Yamaha DT250 como máquina protagonista fue una de las favoritas, en su día, del propio actor. “Es el mejor guion de película que jamás he hecho”, llegó a escribir en su biografía. El resultado fue otra cosa, y desde su fracaso estrepitoso en las salas de cine lo consideró una de sus grandes, sino la principal, mancha en su currículum de excelencia continuada delante de las cámaras.
“Nadie que la vea dirá que ‘fue una buena película’. O bien la aman o la odian, pero no la olvidarán”, opinaba Redford en un reportaje de Cycle World de 1969. Efectivamente, las opiniones no hacen mérito a la media, y es que hay quienes le ponen un 10 y quienes le ponen un 0, sin medias tintas.
Entre quienes creyeron en el proyecto en su día estuvo la fábrica japonesa Yamaha, que entregó al equipo de rodaje hasta 12 DT250 de enduro para grabar las escenas en pista. También participaron Bell, fabricante de cascos, Suzuki y Triumph, que proporcionó una TR6 para ejercer de vehículo para cámaras en movimiento.
Todo ello desembocó en la entrega a modo de regalo de una de esas doce Yamaha DT250 de enduro al actor, que recibió el obsequio de mano de los productores del filme y lo disfrutó como buen amante de las dos ruedas. “Estábamos en el valle de Utah y nos salimos de la carretera para evitar un coche estropeado. Mi padre saltó por encima del manillar y cayó de pies agachado. En resumen, ¡así era mi padre!”, rememoraba Jamie cuando la familia puso el vehículo a subasta en 2015 para recaudar fondos para obras sociales.
La moto de auténtico coleccionista, de un precioso color naranja quemado, se vendió por una cantidad que no trascendió, pero superó los 20.000 dólares de la época. Además de ser una de las máquinas usadas para la película de 1970, Redford también la usó a posteriori en Tal como éramos, dirigida por Sydney Pollack y coprotagonizada por Barbra Streisand en 1973.
Evidentemente, ahora solo queda una cosa que hacer para todos los amantes del motociclismo y el mundo de las dos ruedas: buscar la película en el sinfín de plataformas, aunque desde MD os lo ponemos fácil. En España se puede ver hoy mismo en Apple TV, un servicio que también incluyen algunos paquetes de Movistar+.
